Para reconocer la belleza de los lugares solo basta con regresar a ellos, dado que un tiempo después uno como viajero puede dimensionar su belleza y potencia. y no es que esos lugares varíen, más bien quienes cambiamos somos nosotros y es por eso que a medida que crecemos en sensibilidad y nos hacemos más humanos, leemos, comprendemos y significamos de manera diferente, confiamos que mejor. Esto sucedió cuando Gabriela y su grupo de compañeros de nuevo recorrieron Egipto. Si alguna vez han escuchado sobre la redundancia, esto fue lo que le paso, donde lo verdaderamente importante necesita repetirse para que quede claramente fijado a la razón, al corazón, a la piel.
Debido a la situación política que vivía Egipto en ese momento, su visita al país se convirtió en un regalo personal. Las pirámides, las tumbas, los mercados, los templos, los barcos, solos, solos, infinitamente solos. Los 18 días que duro el recorrido fueron lentos, seguros, placenteros y maravillosos en buses, barcos, carrozas de caballos, camellos, burros siendo amorosamente conducidos por el verbo emocionado de un egipcio, Ihab Abdel Raouf, delegatario orgulloso de su raza y cultura.
En su estadía no asistieron al mas mínimo tipo de desorden publico, no sintieron ni una sola molestia. Mas bien viajaron como unos dioses, como faraones: con temperaturas soñadas entre los 18 y 24 grados; con atardeceres desde el Nilo como para entender por que el disco solar era el Dios mismo; con todas las delicias gastronómicas exageradamente dispuestas.
Inicialmente visitaron las canteras de granito de Aswán; la cual parece algo trivial y poco llamativo, hasta que te paras ante el mas majestuoso valle de colosales rocas y confirmas que es la más preciosa de las obras de arte. Caminar por esa cantera de granito, de donde procedían muchos de los materiales de construcción de Egipto, equivale al más hermoso y emocionante paseo por una buena ocasión escultórica, en donde la imaginación tiene una buena ocasión constructora, a la manera del juego con las nubes.
Sublime fue el momento al cruzar en lancha a la rivera que acoge el Templo de Amada en el Lago Nasser y poder ser testigo que continua siendo reluciente e impecable a pesar de ser trasladada en una sola pieza más de diez kilómetros para alejarla de las aguas de la represa de Aswán. Otro de los privilegios de haber viajado en esta época a Egipto fue conocer las ruinas más importantes que se conservan en la ciudad Deir El Medina. Llenarse los ojos con la impotencia maravillosa del Valle de los Reyes visto dese arriba, arriba, conteniendo el vértigo y el miedo a las alturas. Por ultimo una las cosas más apasionantes fue regresar a casa con dinero en los bolsillos, en Egipto rinde la plata como en ninguna parte, comprar hermosas telas, reproducciones de todos los materiales posibles y las más finas esencias utilizadas, el arte del regateo permite gozar de esto y muchas cosas más.
Resumen de Artículo, original escrito por GABRIELA GOMEZ.